Estoy triste hasta lo más profundo de mi boca,
en las líneas de mi sonrisa hay cerrojo.
Porque la risa es a veces solo una mueca curtida de esperanza,
solo eso, una careta de pliego grácil.
Porque en verdad estoy desnudo, de brios y de sangre,
y no me niego a mostrar el cruento grito de mi alma,
ni el sollozo valiente de lo que advierto.
Estoy triste y lo sé,
con la elocuencia de un dolor que se me acurruca en las entrañas.
Triste estoy como un hueso seco,
con su apariencia de calcio de olvido,
amarillento, tácito y en silencio,
en la esquina de un predio arenoso, desértico.
Estoy triste y lo sé con la sinceridad de una mirada infante,
de una vela encendida titilante.
cuya luz ante la brisa amenazante.
¡No se apaga!, no se rinde,
¡hasta que el sol asome su cerviz entre los montes!