Si alguna vez dudé, fue de mi duda.
Nunca fue de tu amor, nunca del mío.
Tú fuiste siempre el mar, yo un simple río,
siempre un menesteroso de tu ayuda.
Era ante Ti, Señor, mi alma desnuda
como un vasto terreno sembradío
que esperaba tu grano en el estío
y tu lluvia fecunda y concienzuda.
Mi oración era abono que surgía
de la misma inquietud de complacerte,
del temor de que fueras a alejarte.
Todo fruto sin Ti, bien lo sabía,
era un pálido espejo de la muerte
y una vana esperanza de alcanzarte.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC
muy bonita poesia . . me gusta.