Grabado a fuego esta en mi pecho
la larga llama de tus besos.
Pues cuando el calor quema
la raiz del alma de tan calido,
el amor nunca muere en vano.
Profundo mar donde me adentro,
a buscar ceinzas ardiendo
del recuerdo quemante de un invierno.
Arder, cosumir esta pasion deseo,
que se atorbellina aun con afan de vuelo
hacia las lejanas costas de tu cuerpo.
Pero es imposible retoñar de aquel incendio.
Tus manos llamearon hacia mi
dejando centelleantes los ojos,
la voz ronca y el corazon todo impetu,
un caldero tremulo de tu sexo.
Que noche tronanate de luceros,
pudimos atravesar los senderos
mas ocultos del palpitante lecho.
Sucumbir era preciso y necesario,
como el pajaro que alza sus alas al viento,
la raiz que ahonda en el surco
para que la tierra de su herencia, su fruto.
Pero nada de esto fue en vano,
no podra helar nunca el tiempo
el lecho en el que solitario yago.