Soy el pasajero del tren de tus partidas
el receptor de las noches de tus musas,
el paciente amante, que por ti, hasta da la vida
aquel que nunca tiene que darte una excusa,
soy el orfebre de tus movimientos oscilantes
el último vestigio de una raza que declina,
el poeta de tus manos, el cantor de tus instantes
el intérprete soñado por Discépolo en sus rimas,
soy el que pernocta, cada vez, que tu me escribes,
el crítico audaz de tus prosas que deleitan,
la calma y el volcán, y el delirio que me pides
cuando tus labios intuyen, lo que los míos intentan,
soy el renacer en un grito que te desviste
el guerrillero puro de una urbanidad ausente,
soy tu mundo, aquel que siempre quisiste
y este que te quiere en cada vigía de tu mente,
soy el inmediato sucesor de tus testamentos
el penitente interlocutor de tus pasados,
el callado oasis de tus mares extensos
aquel que moriría sin nunca haber callado,
y soy la plenitud, la que quieres que yo sea,
el placer de una noche, que te lleva, que te mata,
el escultor de tus versos, tu rosa en primavera,
aquel que te dará los versos que hoy te faltan.