Somos Polvo Consciente

Somos polvo consciente,
una chispa en la eternidad,
un suspiro entre dos silencios,
luz fugaz de brevedad.
No firmamos pacto ni contrato,
solo el mundo nos llamó a actuar.

Buscamos sentido como si el cosmos
debiera dárnoslo algún día.
Como si cada paso llevara
una razón de misterio y guía.
Pero el cielo no responde,
indiferente sigue allá,
mientras las estrellas nacen y mueren
tan tranquilas, tan naturales,
tan lejanas, tan reales.

No somos más que ramas en el árbol de la vida,
mutaciones del azar,
accidentes biológicos con ojos
y un corazón lleno de ansiedad.
Y sin embargo, aquí estamos:
soñando bajo la luna,
amando con desespero,
creando belleza en la sombra,
llorando al compás del viento,
buscando calor en medio del frío cósmico.

¿Qué tememos? No a la muerte,
que llega como la lluvia inevitable.
Es lo oscuro lo que asusta,
ese vacío impenetrable.
¿Habrá algo tras la cortina…
o solo el sueño eterno e inefable?

Por eso inventamos cielos,
almas inmortales,
reencarnaciones y promesas celestiales.
Consuelos dulces para almas solitarias,
velos de luz sobre el abismo.
Pero tal vez, solo tal vez,
morir sea simplemente dejar de ser.
Cerrar los ojos y no soñar nada.
Nunca más.

Y aun así, paradójicamente,
ese miedo al final
nos enseña a vivir.
Nos recuerda que esto es todo.
Que no habrá segundas oportunidades.
Que hoy puede ser el último día
en que veas la luz del sol,
en que escuches la risa de alguien que amas,
en que sientas el tacto de una mano querida.

Esa finitud no es cruel,
es un regalo.
Una urgencia amorosa:
vive ahora.
Siente ahora.
Ama ahora.
Porque mañana, quizás,
ya no estarás.

No necesitas inmortalidad
para ser importante.
Tu existencia breve y frágil
basta para cambiar el mundo.
Basta para tocar una vida.
Basta para escribir una palabra verdadera,
para plantar un árbol,
para besar con ternura.

Lo efímero no es triste.
Es hermoso.
Porque solo lo que pasa,
lo que se va,
lo que termina,
tiene peso.
Tiene sabor.
Tiene significado.

Así que no temas a la muerte,
esa compañera desde el primer grito.
Caminará contigo hasta el último suspiro.
Pero no te apresures.
Detente.
Mira.
Escucha.
Huele el aire fresco de esta mañana.
Estás vivo.
Y eso, en sí mismo,
es milagro suficiente.