Madrugada templada
con cobijo de alcohol,
suena ese ruido urbano
en este balcón
donde me he dado cuenta
de lo que eres,
esa prostituta sin esquina
que carga el colchón
para entregarse
en la bolsa de mano,
mujer tan inteligente
y esquiva que en su bolso
guarda el sabor
de tanta entrega
no por placer,
si no por necesidad,
y me asombro
de tanto y tanto
ejemplar
llamado hombre,
pero dime, tan singular
ese reclamo de decirme
el nombre
de la amada que no me ama.
Suena una melodía,
la odias por el autor
pero yo te odio
al recostarme en cama
y ver lo estúpido que soy
al creer en tus palabras
y en la caricia dada
que quemo
mi cuerpo,
que lo convirtió en vapor
y se fusiono en el cielo,
hizo llover importunas
frases que te escribí,
y así me pagaste a mi,
con ese deseo
por otros hombres,
dejándome en el tercio
de tus razones
y placeres,
prostituta no hay mas
que la misma fortuna
de darme cuenta
de esta cuenta que mató
toda esta tertulia
dedicada a ti.
Prostituta sin tacones
que descalza me engañó,
me llevaste a la gloria
y me dejaste en el rencor
que hoy te siento,
ese amor que mi corazón
dejó,
que mi alma anheló
por algún tiempo.
Fuiste mi motivo,
ese que aun no tengo
pero hoy,
simplemente eres
ese infierno
en el cual no quiero
quedarme,
soy un ciego
al intentar besarte
con los labios
y no con el miembro
que se llena de sangre
y se usa para sasear,
el deseo de paz
entrando en alguien.
Prostituta dice el aire,
aire que respiré
cuando estuve en tus senos,
aire tan perplejo
que se convirtío
en un dulce amargo,
en una hiel o un hielo
quemante,
tan quemante
como el infierno.