La briza trae danzando en espiral
tu belleza, parece de gracejo
y es donde te diviso cual espejo,
tan cerca pero el espacio es abismal.
Lo que adivina los ojos es banal,
en tu tiempo me ves como reflejo,
ni eficacia tendría un catalejo.
Siempre imagino tu cuerpo sensual,
veo y siento de ti el encaje fino,
dibujo de la ranura es notable
de frente, en la mano sería palpable,
pero de qué sirve ser adivino
si la humedad de tu parte no siento.
Te resguarda tu cuarto y yo sediento.
Autor: Alcibíades Noceda Medina