Y camino de un lado para otro, con la ansiedad del condenado a la pena capital en el corredor de la muerte.
Muerdo mis labios hasta romperlos, muerdo mis labios hasta que sangran, a fin, de saciar en parte, mi sed de tu boca.
Insuflo gases toxicos a mis pulmones y muerdo las carnes rojas de mi boca, para acallar cualquier intento de gritar tu nombre, tu maldito nombre, tu bendito nombre.
Creo angeles de barro y los ato a tus sienes desde la lejania, exigiendo, paradojicamente a mis demonios que te traigan hacia mi, en este maldito minuto de mi soledad.