Observo al andar tu frágil figura, pues en ti toda se ajusta,
te acercas despacito y susurras amorosamente en el oído
mi nombre, que me provoca sensaciones a los sentidos,
mientras tus manos paseas por mis pelos, sabes que me gusta.
Tus ojos titilan con gracia, irradia luz y encandilan a los míos.
Siento que soy amado, cuando me rodeas con tus brazos
se eriza mi piel, al contacto de tus anhelantes besos
con sabor a miel y fuego, endulzas mi boca con tus labios.
Eres nirvana del deseo, paraíso de amor divino en beldad
con tu voz dulce y cautivante pausadamente e ingénita,
Se sudorosa tu cuerpo anhelante y en el mío se precipita
insistís bajito, te amo, elevándome al vergel de tu mocedad.
Ya nada esconde nuestra piel, y vibran en la exuberancia
de los dos. Tu cabellera sobre la almohada se precipita,
Es mia la blancura gloriosa de tu carne, es gloria infinita
seduce aun más tu suspiro virginal, cuando yace tu inocencia.
Autor: Alcibíades Noceda Medina