La noche calla desde la atemperante humareda del café en vigilia, el billar de la noche de las trampas magulla la levedad del ser, que en siniestro, imagina la luna de su enamorada. No hay distancias que obscurezcan la mirada indiscreta de aquellos peregrinos que la madrugada levanta cual rocío estéril se mece entre las enredaderas parsimoniosas de un hostal ambivalente, y en resumen, en el ámbito perfumado de cada inmigrante innecesario, la cristal ambición del hombre que espera el reclamo de su amada, porque el otoño atrapa! Y desnuda la nostalgia y la melancolía ceñida de cócteles y de escenarios. Y la noche, columna vertebral de las risas en somñolencias, penetran las mesas atiborradas de amantes sumiéndose en la mediatez de mis manos ya dormidas!