Puedes creerme que es grande mi orgullo
de verte descansando sobre la almohada,
después del placer que hasta el cielo nos elevó,
ahora todo tu ser en reposo, complacido observo
duermes dulce y tranquila en nuestra morada.
Los dos sabemos rememorar el precioso momento,
siempre vale la pena para los corazones enamorados
que se entregan por completo si objeción alguna,
los cuerpos se dignaron a despojarse de los objetos,
hasta encontrarse una vez mas como Dios ha de vernos.
La habitación se llenó de los gemidos placenteros,
se crisparon las manos entre sí, en un solo mazo,
los labios se deleitan a voluntad, mientras los cuerpos
buscan acomodo armónicamente sin mezquindad
hallando el momento culminante al amor verdadero.
Con habilidad el punto de clímax nos llegó a lo dos
en el mismo momento, como siempre deseamos
en nosotros el instante sublime no es casualidad
pues cuerpo y mente en ambo es sintonía de dualidad,
dándole perfección a ésta entrega en seducción y encanto.
Autor: Alcibíades Noceda Medina