Te llevo en cada sombra

Aún me cuesta aceptar que ya no estás,
como si el viento se llevara tu nombre
y yo, con manos rotas,
tratara de atrapar solo el eco de tu voz.

No entendí cuando te fuiste.
Se quedó mudo el aire,
callado el reloj del tiempo,
y en casa, donde antes había luz y risa,
solo quedó un hueco
donde duermo a veces, pero nunca descanso.

Le supliqué al cielo, a la tierra, al mar,
que no te llevaran,
porque sin ti, el mundo
se me hizo camino sin sendero,
noche sin luna,
silencio que duele más que grito.

Dicen que hay que seguir.
Que la vida sigue creciendo
entre las ruinas del ayer.
Pero hoy, como otras tardes tristes,
me abrazo solo y pienso en ti.
En tus ojos cerrados para siempre,
en tu ausencia que pesa como lluvia fría.

Sé que vives en mí,
pero nadie entiende esta sed de verte,
aunque sea un instante breve, fugaz.
Quisiera abrazarte tanto
que ese abrazo borrara
el dolor que llevo tatuado en el alma.

A veces sueño despierto:
que duermo y al despertar, estás ahí.
Que todo fue una pesadilla larga
y tú sonríes como antes,
con esa calma tuya que era refugio y hogar.

Esta noche pienso en ti,
como cada noche desde aquel día oscuro.
Te cuento mis historias en el viento,
escucho tus palabras en el susurro de los árboles.
Y aunque no estés, sé que me escuchas.
Sé que me llevas en tu eternidad.

Me vas a doler toda la vida, sí.
Pero también sé que aprendí de ti
la fuerza de amar sin medida,
el valor de vivir con el corazón abierto.
Y por eso, intento honrarte
cada mañana que respiro.

No volveré a verte aquí, lo acepto.
Pero si hay otro mundo, otro tiempo,
allá te encontraré otra vez.
Sin miedo, sin dolor,
con la misma ternura que nos dimos.

Espérame allá, donde la luz no se acaba.
Porque yo, desde aquí,
nunca, nunca te olvidaré.