Recuerdo aquella tarde cuando, me descubro en el espejo observandome mi cuerpo, acariciándome el vientre y mirando su reflejo, me preguntaba que me está pasando, con lágrimas en mi rostro y con una voz tierna y cálida me respondo ¡estás esperando un bebé!.
Cada día hacía lo mismo, pues mi vientre iba creciendo, en espera de mi hija que celosa iba luciendo.
Reí y lloré al sentir sus movimientos le hablaba con sutileza y le decía ¡te quiero! al mirarme en el espejo y ver como mi vientre iba creciendo.
Cuantas preguntas por hacerle y contarle lo que estaba sintiendo, al ver parte de mi amor en mi vientre floreciendo.
Que alegría se siente al dar vida a un ser nuevo, que forma parte de mi y que depende de mi cuerpo, y al mirarme en el espejo con miradas entre cortadas, jamás dejé de acariciar mi vientre, pues así pude sentir la dulzura de un ser nuevo, de ser parte de sus caricias y de sentir sus movimientos.
Le decía cosas lindas...¡cuanto te quiero! con lágrimas en mi rostro y con un quejido al viento, me dije: ¡ha llegado el momento!.
Le doy gracias al cielo por vivir el sentimiento, de ver a mi hija nacer sanita y acurrucarla en mi pecho, le decía cuanto ¡te amo! acariciando su cabello sangriento, mientras sentía en mi pecho su primer aliento.
Hoy seis años mas tarde, le doy gracias a Dios por darme el privilegio de ser madre y de haberme mandado un ángel del cielo.-