Me acerco hasta usted, Dama de la noche, tembloroso quizás
presentándole en silencio, mis manos llenas de un dinero vació,
que como flores desnudas, son el ofrecer secreto de un contrato, nada más,
que para mi es amor de una noche y para usted agua del mismo río.
Mujer de tantos hombres, que vendes ósculos por un sueño,
hoy te debo amar porque mi piel te llama, porque mi deseo es tanto,
sabiendo que pronto serás de otro que tampoco será tu dueño
y que dejará en tu cama el mismo pago y en tu alma el mismo llanto.
Tu piel es el mapa impúdico que recorro con mis dedos,
sin importarme que haya tantas huellas cubiertas en sus caminos,
porque en quince minutos dejo en tu cuerpo todos mis anhelos,
soñando que eres princesa etérea, en el jardín de mis olivos.
Fuiste mía sin haber tocado siquiera, la puerta de tu corazón dolido,
me sonríes como excusa viva de un adiós que siempre existió,
sin saber quizás que me voy con los labios aun más vacíos
dejando en tu vientre las huellas de un contrato que ya se rompió.
¡Adiós, mujer sublime de tantas noches eternas sin luna llena!
me voy hacia mis caminos recordando el olor de tu cuerpo,
mientras tú seguirás vendiendo tus besos como lúgubres azucenas,
que adornan la vida que escogiste, con el oprobio del mundo entero.