En cada fin de semana
(después de la diversión
del sábado por la noche)
acuden, prestos, los fieles
a brindarle unas migajas
de su tiempo y atención
(apenas treinta minutos)
a Aquel que SIEMPRE los ama,
los vigila y los protege
(cada minuto, en sus vidas,
siete días a la semana)
sin olvidarlos jamás,
sin ponerles condición;
Aquel que ama "en infinito":
¡el Autor de la Creación!
Así, se llenan los templos
de cumplidos feligreses:
los mismos que, raras veces
fuera de los días domingo
acuden, arrepentidos,
buscando llegar a Dios.
Templos de "fin de semana"
que permanecen desiertos
del lunes en adelante
porque la vida, incesante,
nos aparta del Creador
sin darnos tiempo de nada
entre tantas necedades,
con sus mil frivolidades
de goce y "vida social";
el reino del egoísmo,
la vanidad, el cinismo,
la desconfianza, el rencor.
Ya lo dijo un compañero,
un sincero trovador
ambulante en los camiones,
y dijo con gran acierto:
Los templos de cal y canto
son templos a la soberbia,
a la vanidad del hombre,
son templos de ostentación
de las riquezas mundanas.
Los templos que quiere Dios
son TEMPLOS DE CARNE Y HUESO:
humildes, limpios, callados,
son seres transfigurados
por su constante oración;
su prédica está en los HECHOS
y es el Amor en sus pechos
su fuente de elevación.
Los templos que quiere Dios
so TEMPLOS DE CARNE Y HUESO,
en su interior alumbrados
por la luz del corazón
brillando tan fuertemente
que envuelve al templo viviente
en una esfera de luz
purísima, incandescente
(la que brilla eternamente)
¡esa luz es el AMOR
de Dios hacia los humanos,
del hombre hacia sus hermanos
y de todos hacia DIOS.!-
Eduardo Ritter Bonilla.
maestro me encanta tus poesías, no puedo marcar mi diez en el control de votacion, pero aqui lo tienes sigue mostrandonos la vida en tus sabias experiencias. tu fiel admiradora carmen