Quizá algún día (mañana)
tú también serás anciana,
tierna niña adolescente
que hoy te muestras impaciente
(por supuesto, si es que vives
por el tiempo suficiente).
Entonces comprenderás
mucho mejor a tu abuela
y, quizá, recordarás
que, muchos años atrás,
ella era un "dolor de muela"
y te impacientaba "a cual más"
al regresar de tu escuela.
Vivirás en carne propia
todo el rosario de achaques
y hasta los mismos ataques
que ahora "te vuelven loca";
se resecará tu boca
y se agrietarán tus labios
ahora frescos, candorosos,
y esos ojos tan hermosos
se te volverán vidriosos,
cansados, pero más sabios.
Se deformarán tus manos
con la artritis reumatoide,
y serán las hemorroides
tu flagelo, en esos años.
Ya no tendrás los reflejos
ni la habilidad motriz
de la que hoy haces gala,
la vejez es la antesala
de la muerte: helada y gris.
Entonces, también a ti
se te escurrirán las cosas
de entre tus dedos crispados,
se marchitarán las rosas
de tus múltiples encantos,
hoy por hoy, recién formados;
y tus hombros ya cansados
curvarán su forma airosa,
en joroba deformados,
pues tus años serán tantos.
Aprenderás de ese modo
lo que es la ancianidad,
se te fracturará el codo
víctima de osteoporosis,
padecerás halitosis
y serán grandes las dosis
que entonces recibirás
de rechazo y de impaciencia,
en pago a la indiferencia
que hoy muestras a los ancianos;
tus "berrinches" serán vanos
y amarga tu soledad.
Porque a los pobres "viejitos"
ya no hay quien los comprenda,
y menos quien los atienda,
ya son puros "pellejitos"
y "nos roban (pobrecitos)
el oxígeno" y el tiempo
que reclaman sin cesar.
Un estorbo, una molestia,
pero esa terrible bestia
que llaman "ancianidad"
a casi todos alcanza,
la vejez es la venganza
a nuestra inhumanidad
y a la cruel intolerancia
de los de joven edad
hacia aquellos "vejestorios"
que "tienen que soportar".
Ya sabrás lo que es ser sorda
y quedarte casi ciega,
serán muy lentos tus pasos
y escucharás tus palabras
repetidas por tus nietas
cuando, al pedirles ayuda,
les escuches: ¡cómo friega!
Así que acuérdate, hija,
de mis consejos de ahora
y trata bien a tu abuela,
con paciencia y con amor
porque el tiempo "va que vuela"
y se llegará tu hora
de vivir esa secuela
de la vida, y su dolor.-
Eduardo Ritter Bonilla.
11-07-2004.
Que forma tan bonita de describir la ancianidad, pero es cierto que el tiempo vuela, y cuando menos nos damos cuenta ya nos toca a nosotros ser ancianos ( si antes no estiramos la patita) Mis plumas para tan magnífico poema, saludos Chelo