Luna de Diciembre, pálida, ignorada,
tímida, difusa, de fulgor silente;
una estrella blanca vino del Oriente
y opacó tu brillo, luna derrotada.
¡Ay, aquella estrella blanca, perfumada
se posó de pronto clara, refulgente,
sobre aquel establo, reverentemente,
de Belén en donde se quedó extasiada!
Y es que ahí nacía de una Virgen Madre
en humilde cuna que era un vil pesebre
de la gloria el mismo celestial orfebre,
salvación del hombre y amado del Padre.
Luna de Diciembre, muda te quedaste
ante aquel suceso que no imaginaste...
Heriberto Bravo Bravo SS.CC