Cuán terrible es esta intrínseca guerra
que hace camino, aunque no tiene suelo,
por mi interior. Va con raudo vuelo
sembrando, como quien siembra la tierra,
en este, mi íntimo cielo.
Al son de una timbrada música
se halla la tumba de un medroso miedo.
Muerto el valiente vencedor yo quedo,
doy por sirviente mi virtud, la única;
y hasta mi alma pierdo por velarla y velo.
Resuene el tambor que a poniente vengo,
distrito de un alma que en llorar se pierde.
Perder por perder, que hasta la sangre hierve.
Llorar por llorar, pues no mas obtengo
agua de sal, nieve de amor, color de verde.