Cuando se cansa el cobarde
de andar "a salto de mata"
huyendo de los valientes,
de pronto, se para en seco
y se vuelve a sus agresores
enseñándoles los dientes.
Cuando se harta el perdedor
de resignarse a su suerte,
cuando decide cambiar
y de su alma desterrar
ese viejo sabor a muerte,
por una vida mejor,
de pronto, se hace más fuerte.
Cuando levanta el vencido,
de las miserias, su frente
y redescubre en su interior
su majestad imponente,
entonces, muere el cobarde
y se convierte en valiente.
Entonces, el perdedor,
el amargado, el vencido,
comprende al fin su valor
y avanza con pecho erguido
y el paso firme y potente.-
Eduardo Ritter Bonilla.
21-01-2004.