Quieres evocar como antes de partir de la nada 
Los espectros que alumbran la almohada 
De sentidas almas moribundas 
Que pretenden habitar los sueños que no tienen anhelos.
Y mirar por el centelleo del ojo la magia 
Que tiene hado oculto en un secreto de ocho dígitos 
Y resguardado en un cajón vacío. 
Existe el ahora, o el nunca, donde acaba la vida,
Cerca de cualquier excusa malograda 
Que fracciona el cauce de las lágrimas 
Que son sedimentadas y desalojadas 
En noches que el invierno aplaca su ira 
Y enviste al cuerpo desprotegido
Con olas de frío escarchando el narrar de la vida,
Ocupando los cajones de notas de suicidio. 
Y puedes caminar, engalanar el rostro con una bella sonrisa,
Hacer creer que el silencio te dará margen a vivir,
Que la comprensión anidará en la vaguada de las manos,
Y atravesarás un mundo de espejismos.
Podrás devorar al pensamiento, con recuerdos de ida,
Sellar los labios en la lejanía del partir y convivir 
Con los secretos del corazón, decidir si ocultas los ojos 
Para seguir en el senda de otros caminos. 
Y no hay más de nada, donde todo acaba, todo empieza.
Y estás cerca de todo, pero no consigues alcanzarlo,
Ignorando que lo eterno son migajas de un pensamiento,
Que la vida transita hoy, que mañana volverá a pasar de cerca 
Por los mismos cauces de las pesarosas palabras 
Que ceden su espacio en el papel blanco.
Al lecho de vacías caricias y prolongados sollozos de un solo llanto.
Que la soledad te ilustra a no defraudar a las caricias 
Y se hace un hueco en las desdichadas sabanas,
Te obliga a decidir por el tiempo 
Lo que el oráculo del corazón predijo en el primer beso.