De andar tan perdido, de estar tan vacìo, de sentirme presa de mi desvarìo, de ser un errante nauta de los mares, de vagar por muchos, distintos lugares. De ser un inquieto gambusino iluso e ir sin rumbo fijo siempre tan confuso. De ignorar las cosas, su por què, su sino, la razòn inquieta de mi desatino y las sinrazones de mis desventuras; de tragarme a solas tantas amarguras, tantos desencantos, mùltiples reproches, prolongando el dìa con mis grises noches. De sembrar espinas en mi rùstico agro, mira que el hallarte fue como un milagro... Yo era semejante como al Caballero de figura triste que con su escudero iba por los pueblos, villas y ciudades deshaciendo entuertos como tempestades, y a quienes libraba de sus ataduras los aleccionaba y entre sus locuras les pedìa fueran donde Dulcinea que era de sus sueños lo que Galatea era a Polifemo, la mujer amada y de entre las flores, la màs perfumada, y de las estrellas la màs luminosa; Pero mira ahora, fèmina preciosa que al haberte hallado todo me has cambiado y hoy al mundo miro como enamorado. Me quitè la negra vestidura triste en el mismo instante en que apareciste. Me encontrè de pronto pleno de alegrìa ya sin desencantos, sin melancolìa. Fue el haberte hallado lo que dio sentido a mi amor que andaba desabastecido y hoy que ya soy tuyo y que tù eres mìa, lleno mis espacios de tu poesìa. Eres fantasìa sòlida y compacta, la que màs me llena, la que màs me impacta porque con tu sola y ùnica presencia me encontrè a mì mismo y encontrè mi esencia. Gracias porque existes y porque eres bella y aunque tan lejana tienes de la estrella esa luz que atrae, luz que parpadea, la que el hombre añora, la que se desea, la que a fin de cuentas todos anhelamos, tù, mujer hermosa, tù por lo que hallamos desde que nacemos, el placer, la gloria, reina de la vida, dueña de la historia. Heriberto Bravo Bravo SS.CC