Mi vida, sin duda alguna,
cualquiera envidiaría,
al ver los amaneceres hermosos,
que celebramos cada día,
entre amigos y hermanos,
quienes comparten mi alegría.
Que gratos momentos disfrutamos,
cuando bailamos y gozamos
y nos reímos unos de otros,
si de vez en cuando desafinamos.
No es el tono, no es el ritmo,
lo que nos anima a estar unidos, es la armonía que nace,
de un grupo consolidado,
en cuanto al amor se refiere,
de amigos y hermanos.
Nos gusta estar apuñuñados,
y apoyarnos en las duras,
como ven, no solo se trata,
de cuchucheo, también hay amarguras.
Y si alguno del grupo está en apuros,
y se siente atribulado,
el resto, sin pensarlo,
le hace sentir, que estamos todos a su lado.
Por eso, doy gracias al Señor,
con humildad lo digo,
por permitirme la dicha,
de contar con grandes amigos.