Señor! En el sendero que en mi vida trazaste
nacieron muchas rosas, me embriagué con su aroma,
aspiré su fragancia y deshojé corolas
como queriendo adivinar de mi vida el amor.
Pero traían las rosas ocultas las espinas
que hicieron muchas veces sangrar el corazón.
Alegrías y peneas encontré en el camino
y tú siempre tuviste para mi compasión.
Y hoy que ha llegado de mi vida el ocaso,
me pregunto porqué las espinas me hieren aún?
y no encuentro respuesta y tus ojos me esquivan Señor
y si Tú me abandonas cómo puedo encontrar solución?
Es la tarde de mi vida, el hielo congela mi alma,
ya no existe el coraje que ayer me templó
porque el alama de acero que a mi cuerpo le diste
al pasar de los años, se tornó de algodón.
El dolor me doblega, las fuerzas me abandonan
y no encuentro un soporte donde apoyar mi frente
para calmar la angustia que en la sombra me hunde
como al caer la tarde se hunde el arrebol.
Livermore C. A.
Diciembre de 2004