Sabes musa, hoy me toca escribirte,
como un amigo que encuentra en la soledad de tu silencio,
la libertad plena de la palabra encendida,
para poder así narrarte sin exordios, ni orlas,
mis sentimientos más profundos,
dejando atrás la relación que nos ha unido tantas noches
y tantas horas.
Anudamos en silencio, con la complicidad de confidentes,
los momentos más sublimes,
que un hombre vive en la plenitud de su pensamiento.
Contigo he llegado a escribir poemas
y versos que han traspasado almas,
que han rasgado corazones
y han sido laberintos encumbrados de sueños.
Tú, musa eterna,
me has inspirado en el caudal profundo
de mi soledad suprema,
tu has resuelto con certeza y ambigüedad,
los enigmas de tantas noches
al frente del vacío de mi limitación humana.
Eres tú, mi compañera cuando todos se han ido
y eres tú mi sombra cuando todos están.
A ti no puedo mentirte,
como tú tampoco,
jamás lo has hecho,
porque somos pluma y tinta, papel y verso.
Eres la música imperceptible
de mis momentos de soledad,
llegando a trastocar, sin yo saberlo,
mi pluma soñadora,
para convertirte en palabra y prosa,
en tiempo y deseo.
Pero también eres caprichosa musa eterna,
a veces te escondes y no te encuentro,
aunque me atiborren los sueños
y espere todo el día para empezar lo que ya ha finalizado,
sin yo saberlo.
Te escondes en tantas cosas,
a veces en una noche blanca,
otras, en el calor de un beso,
ayer, en el azul de una mirada
y mañana en los cantares de las aves, que a diario observo.
Musa, compañera eterna,
te pido por favor me acompañes
en este periplo de versos y poemas,
para rendirle culto a los que aman
y los que han perdido en el intento,
a los que sueñan y se encumbran,
los que tienen y los que han perdido,
los que hoy esperan de nuestro binomio,
palabras que reflejen sus esperanzas soñadoras
y versos que hagan volar sus sentimientos escondidos.