(Este poema es para mi sierra del Torcal)
Volví la vista; te vi como anclada
en el mar ondulante de olivares
y almendras, gamarra pétrea de sales
por océanos y eras olvidada.
Más de cerca te miré, y reales
al viento, tus velas grises temblaban
como pabilos de luz, como cascadas
libérrimas al aire, y de la nave
en una vasta estancia, pero presas.
Me hundí como topo en tus entrañas
royendo con delirio las amarras
de tiempo que en tu roca se sujetan;
volví a imaginarte con las alas
surcando impetuosa cual lucero
las bóvedas celestes de los cielos
y roí... ¡con los dientes de mi alma!
Probé ¡Torcal! la ansia de tus huesos
y en tu nave, soplé, desconsolada,
dejando allí mi alma, despatriada,
en la roca grabada... ¡por lo eterno!
pio espejo