A la vera del arroyo
En la semipenumbra de esa tarde de verano,
vivíamos un amor resplandeciente,
tendidos a la vera del arroyo, consumamos
ese amor loco, casi impertinente.
Al silencio solamente lo adornaba,
la cantarina voz de las aguas que corrían,
y mientras con pasión tu me besabas,
daba rienda suelta yo, a mi fantasía.
Era nuestro amor firme y profundo,
como ninguno de los dos había vivido,
sentíamos que era todo en este mundo,
el regalo de un largo camino recorrido.
Prometimos allí, que sería eterno,
y un coro de aves acompañó nuestra promesa,
mientras apareció la luna y sin saberlo,
se hizo cómplice de nuestra proeza.
® Susana Valenzuela 08-08-09