Se miró al espejo un día
y vio su cuerpo desnudo,
blanco, puro y sin encanto,
de alma y corazón mudo.
Y sintió tristeza y llanto
por verse tan poca cosa,
decidió que quería
convertirse en bella rosa.
Se vistió de mármol negro
corazón de acero y plata,
con posturas de madera,
pensamientos de hojalata.
Y su alma ya escondida
tras pintura artificial,
frío tempano parece
de granizo o de cristal.
Y la gente la miraba
con envidia y con recelo,
nadie entiende que se oculte
tras su mal fingido velo.
Pero no se daban cuenta
de lo mucho que sufría,
ella era quien su suerte
mil veces la maldecía.
Por haberse convertido
en esclava de su cuerpo,
donde presa aún se hallaba,
aquella niña inocente
que un día, sin quererlo,
al espejo se miraba.