Un destino incierto lleno de dudas y esperanza. Las palabras fluían en un rio de desenfreno e irradiaban un calor especial. Nos saltamos normas, normas que nunca se debían saltar, y nos vimos. La primera impresión fue única, inesperadamente bonita, nos regalaban nuevas sensaciones y se produjo el primer beso. Los labios se fundieron haciendo de la palabra beso un solo verso, la corriente pasaba de un cuerpo al otro, los labios se acariciaban suavemente, pero con firmeza sabiéndose capaces de despertar el fuego interior de ambos y adentrándose todavía más para que se produjese el segundo y así en un torbellino de caricias y abrazos nos unieron en un solo ser. Buscándonos las miradas y viéndonos reflejados en ellas, fuimos de la mano hasta un lugar donde solo nosotros podemos estar. Es nuestro paraíso, creado por nosotros y para nosotros, es nuestro rincón donde nada ni nadie puede entrar, donde las agujas de los relojes se detienen a observar y se olvidan de hacer correr el tiempo, donde las almas descansan y se entretienen a sabiendas que solo allá pueden desprenderse, cuidarse, mimarse, se sienten bien juntas, unidas e inseparables. JPP