No existe equivocación:
no se engaña el corazón
cuando, desde lo más hondo,
emite con grito ronco
un ¡te quiero! con pasión
que me sacude hasta el fondo.
Se impregna de magia el aire
al conjuro de tu sonrisa
y me derriten tus miradas
y me quedo sin palabras,
sin fuerzas y sin aliento
y me llena este sentimiento
que me ilumina por dentro
y que se llama ¡adoración!
Ya eres de mi vida el centro,
mi motivo, mi alimento;
me nublas el pensamiento
y eres mi dulce obsesión.
Termina ya este tormento
y dame tu consentimiento.
Quiero, con un juramento
pronunciado ante el altar,
dedicar cada momento
a darte, mujer querida,
abrigo, amor, bienestar,
¡mi alma, de amor rendida!
por el resto de mi vida,
como sólo yo sé amar.-
Eduardo Ritter Bonilla.