La noche me atraviesa
de parte a parte,
desde la sien al alma.
Me hiere sin razón,
sin aspereza,
con el silencio denso,
con tu calma.
La vocación final,
el norte urgente
siempre es el delirio.
La sinrazón
telúrica y venial
como un torrente.
La no razón,
como una excusa amable,
frente a la lucidez
de tus suspiros.
Por eso, un arrebato
agreste e iracundo
es el bálsamo amargo
que me unge las llagas
de tu amor lacerante,
elocuente y certero.
La noche me atraviesa
de parte a parte.
Como el día que se cruza
con tu sonrisa abierta.
La noche me aniquila
de verdad y de amarte,
mientras tus labios y tus ojos,
ahora sellados de sueño
y de cansancio,
me hablan y me miran
como una noche eterna.
Quiero besar tu boca
de manantial perpetuo.
Quiero abrirte los párpados
para que me ilumines.
Quiero vivir de ti
como vivo contigo
y respirar tu aliento
de bendito huracán
que sosiega mi miedo
y aventa mi esperanza.