En la playa, deslucida la luna alumbra mi camino
amargura grita dentro mío, es grito de vergüenza,
mi amada vaga en mi corazón sin alas y sin destino.
Mi otoño dejó caer las últimas hojas de esperanza,
abandonado para siempre quedó en tristeza del sino.
Removiendo recuerdos agito más de mil matorrales,
en vano buscan misterios mis manos frenéticamente,
sin que aun amanezca, dejo desnudo auroras otoñales.
Me retrata el silencio pero no silenciará a mi mente,
donde debo buscar malditas caricias primaverales.
En el río se ahoga mi luz pálida cual mi deseo,
yo sin embargo me pierdo en la playa última del recuerdo,
voy lamiendo mis labios sedientos en el vago paseo
predicando al viento metáforas, la oración de mi credo;
que florezca canto de amor en la que ahora no poseo.
Vanamente busco los pechos donde se clavó mi pluma,
los pecados secretos que versificaron mis empeños
alejado del puerto, sin sol ni luna, allí el todo es bruma,
a pesar, ella duerme en la red de los brazos de mis sueños.
Hallarla es mi deseo; hará que la orfandad se consuma.
El señor de los fierros
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