Inventamos la lluvia,
la que acaricia tu cuerpo,
la que moja los momentos,
como esos pétalos de primavera.
Inventamos las olas,
esas que mueven tus ojos,
con la complicidad de nuestra mirada,
en esos cristales de delirio,
de atardeceres de plata.
Inventamos la luna,
la que surge en nuestros sueños,
en el susurro de nuestros besos.
Inventamos la noche,
encadenada sucesion de sueños estrangulados,
la que nos convierte en estrellas,
brisa de temblores,
la que recorre con dulzura,
todos nuestros rincones.
Inventamos la brisa,
a veces esa delgada sensación de lágrimas,
la que cubre de extraña suavidad nuestras playas,
la que hace estallar mi corazon,
cuándo me acaricias con tu delgada huella,
la que traspasa mi realidad,
la que me deja durmiendo en las estrellas.
No hemos inventado,
ni inventaremos,
el rencor que acobarda,
el odio que apaga,
la mirada acuchillada,
ni la niebla en la distancia.
No hemos inventado,
ni inventaremos,
el atacar por la espalda,
o el ronroneo de callarnos la desconfianza.