Gracias por el orgullo de tu humildad,
y por la seriedad de tu sonrisa,
gracias por la furia de tu serenidad,
y por la calma que llevas con prisa.
Gracias por la energía de tu despiste,
y por hablarme con la boca cerrada,
gracias por la paupérrima riqueza que me diste,
y por abrazarme con las manos atadas.
Gracias por el dulce odio de tu amargo amor,
y por la acariciadora compañía de tu ausencia,
gracias por tu agradable y maravilloso dolor,
y por la imponente dictadura de tu clemencia.
Gracias por llegar hablando de la despedida,
y por decir que mi hidratada vida tiene sabor,
gracias por sanar mi alma con una suave herida,
y por brindarme siempre tu cariño de dolor.
EFRAIN TRINIDAD RODRIGUEZ
Morovis, Puerto Rico
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