Cuando despierto la siento a mi lado,
es una sombra que pasa distante,
en la penumbra tan nívea ilumina,
y tiene el cuerpo vestido del alba.
Mujer lejana y siempre contigua,
es una luz de blancura tan clara,
que pasa lenta observando de lejos,
tal vez mirando la esencia del aura,
y de imporviso se aleja silente.
Como que está y no está su presencia,
pero está siempre tan dentro del alma.
Será una ángel del cielo que ampara,
o un amor del pasado remoto,
que se quedó atrapado en la jaula,
de la retina del alma que sueña.
Pero que deja el calor que no quema,
es su mirada tan tierna y serena,
una caricia de apoyo constante.
Lupercio de Providencia