Siempre te espero, siempre, aunque muera la tarde
y el silencio prolongue su boca en el estambre.
Sabes bien que en mis ojos siempre está tu figura,
dibujándose entera, como una nueva luna;
pues sólo tú posees la mirada sembrada
con el brillo de estrellas que cautivan a mi alma,
y al mirarme me infundes el aliento que tanto
he llevado en silencio, al paso de los años.
Así son tus palabras que llegan a mi oído
como hasta mi ventana el son de los canarios,
lo mismo que profunda y espiritual plegaria.
Así también tus besos se tornan necesarios.
Por eso, amigo mío, por eso te los pido,
por eso necesito constante tu mirada.