Hueles a dulce amor en mi sudario,
desangras por mí herida tu presencia;
si mis llagas no sintieran tu esencia,
moriría de sed en mi calvario.
Pero en éste gólgota que me toca
no abonare con quejidos la puya,
la lanza tortuosa que me destruya,
la espada que atraviese mi hora loca.
Mis labios no se secarán en su sed,
no tomaran el vinagre de su llanto,
hurtaran roció al haberte amado tanto
el dejado por tu capullo en merced.
No estoy solo, estoy rezando contigo,
en la luz y noche de mi añoranza;
en duros silencios de tu tardanza,
en la mortaja tibia de éste abrigo.
RICARDOAMADO
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24/01/2007