En tu piel
se deshacen mis cadenas,
y al abrigo del trémulo roce
brotan primaveras tumultuosas;
abrevan
en tus labios
las aves sedientas de aventura,
y el verbo que entibia mis mejillas,
en tu cáliz,
impregna su osadía.
Gime
la seda carmesí,
palpita la sangre,
y las colinas danzan
al compás
de terrenales partituras.
Se encrespan las olas
golpeando la roca,
se funden las llamas
que avivan el mito;
me trepo a la cima
del monte sagrado,
y en alas del viento
me arrojo al abismo.
La luna se mece
somnolienta en su barca,
y en la arena, tendidos,
sueñan los peregrinos…
W.P.