Llega la sombra a la calle y no cesa
la lluvia minuciosa, sucede ésta cosa
obviamente casi siempre, penosa
es cuando se desborda la represa.
Sin duda ya sucedió en el pasado.
La noche se acerca callada y sombría,
la decisión de abrir compuerta es mía.
El tajamar ya espera rebosado.
Trueno a lo lejos retumba en las paredes,
las horas transcurre y el tiempo se agota,
mi mano sobre la llave miro al cielo,
Dios, ¿por qué un milagro no me concedes?
y ahí de repente, cayó la última gota.
Recé, suspiré hondo con grato consuelo.
Autor: Alcibíades Noceda Medina