Pudimos haber sido la luz en el horizonte de cada atardecer,
y fíjate, hoy un abismo separa nuestras vidas,
¡Que difícil es olvidar el olor de tu piel!
¡El volcán de tu cuerpo arropando mis anhelos!
Tus manos aun recorren mi vida, como cada noche,
como cada momento fraguado en nuestras memorias.
Pudimos haber sido el infinito de la distancia y el tiempo,
y fíjate, hoy sólo me quedan de ti, tus vagos recuerdos.
¿Como pretendes que olvide tu nombre?
si con él están escritos todos los versos que dedique a tu vida,
esos mismos poemas que se dormirán en mi pluma,
porque con tu partida se fue la musa de tus ojos impolutos.
Pudimos haber sido el resto de nuestras vidas perpetuas,
y fíjate, hoy sólo somos lo que pretendemos que el otro sea:
el recuerdo de algo bonito, de algo que se fue para nunca volver.
Hoy mi vida nunca será la misma de antes
porque tus labios vivirán en mi boca,
como la luz eterna del sol de cada atardecer.
Pudimos haber sido tanto; pero tanto,
que aunque te has ido para jamás regresar,
te llevaré eternamente en mi vida
como aquel momento infinito, en que nuestros ojos,
navegaron silentes en el mar de amor que nos prometimos,
ése que hoy trato de cruzar en mi barca sin brújula, ni timón.
Pudimos haber sido la eternidad de una promesa
y fíjate, más pudo la vida misma, que nuestros deseos.
Prometo jamás volver a buscar la luz de tu mirada,
como la sinceridad de estos sencillos versos,
ésos que serán los últimos que escribiré a tu vida,
éstos que serán el último dolor de tu recuerdo.