Del súbito placer que lo increíble visualizaba
A la soledad atenta a todas mis vanidades
Desde las alturas, donde no alcanzan las miradas
Hasta esta situación que semeja realidades.
Desde el cordón que inmoviliza mis veredas
Al soplo de la brisa, que acaba a la deriva,
Desde la verdad misma que me enreda
En cada oscilación de la prueba de mi vida.
Desde el encono mas procaz y desenfadado
Hasta el alba, silente y minuciosa,
Desde cada centímetro que he escalado
A la cima de la noche y de sus cosas.
Desde el rencor, que jamás rozó infinitos
Hasta la ilusión, semejante y perdida,
Desde el alma y sus océanos benditos
Hasta la muerte, sin la última despedida.