Mis creencias se desmoronan como castillos de arena, se deshacen en mis manos temblorosas, mientras busco verdades en el viento, que sopla indiferente a mis inquietudes. La fe, antes faro en la niebla, titila ahora como una llama vacilante, y cada pregunta es un pozo sin fondo, una sombra que se alarga en mi alma. Camino por este sendero nebuloso, donde las respuestas son espejismos, y me pregunto si la búsqueda misma es la única certeza en este mar de dudas. Las palabras, antes firmes y seguras, ahora son susurros en el vacío, y cada paso que doy es un eco sordo en este vasto y silencioso universo. Enfrento la nada con una valentía desgarrada, mi existencia, un grito en el oscuro abismo, y en la quietud de un cosmos indiferente, busco la chispa que da sentido a mi ser. En este diálogo eterno conmigo mismo, donde la razón y la fe se entrelazan y combaten, descubro, quizá, que la lucha en sí misma es la esencia de mi humanidad.