De nuestro tiempo entero qué nos queda ahora;
nos sobra en la esfera del reloj, unos segundos;
es el momento aquí, ahora, por toda las horas.
Muéstrame mujer que somos del mismo mundo.
Entonces bésame, apriétame, hazme sentir;
gozando de placer, de toda tu miel,
cuando es pura alma lo que arde sobre la piel.
La noche aprieta; yo más aun te puedo asir.
Esparzo mi espora, tú cual jazmín la esencia
piel contra piel, fuego en el aire; quema,
los pulmones boca a boca sin abstinencia.
Los besos de miel errante; un día será poema.
Tu sensualidad me rapta del desierto,
Dibujo y desdibujo tus curvas, perdiendo
en pasión, yo en amante te convierto.
Beso tu cuello; enredo tu pelo, me quedo oliendo.
Rodemos por el piso como salvajes inmundos
mis manos se pierden en tus senos exuberantes.
Ya está; se asoma el silencio de este mundo
después de sorprenderme unos instantes.
Tan solo de mí te quedará un recuerdo vago,
me secuestra el tiempo y una vez mas desaparezco,
desvaneceré en el espacio como un mago,
ahora; ¿qué hago? volvo al lugar donde pertenezco.
Otra vez estamos ante nuestro el gran abismo,
al quedarse sólo entre tú y yo, distancia y vacío,
y desapareceré para volver en los antaño hastíos.
Amor muere en la placidez del último mimo.
Autor: Alcibíades Noceda Medina