En esos días desesperantes
en que se detuvo el tiempo,
se hacían eternas las horas,
perduraba el sentimiento
que hoy, después de algunos meses,
es nuestro continuo alimento.
Parecía que no habría nunca
ese tan ansiado encuentro,
se agotaba la paciencia
y se esfumaba, por momentos;
pero persistía el esfuerzo
que nos sostenía por dentro.
Se congelaban las horas,
los meses y las semanas
mientras se angustiaba el alma
y se exacerbaban las ganas;
dos amantes corazones
nunca aceptan las razones
que, al final, resultan vanas.
La palabra era: la "espera",
y transcurrió la primavera
y el bochornoso verano
antes de que al fin pudiera
poner tu mano en mi mano,
en un final victorioso.
Pues la espera no fue eterna
y el Amor todo lo puede;
hoy recordamos los días
en que la distancia aleve
sirvió para reafirmarnos
en el mutuo sentimiento.
Cuando el corazón se atreve
no hay distancias insalvables,
todas las dificultades
nunca son insuperables
y las almas se reunen
con esfuerzos indomables.
Hoy caminamos unidos
por un único sendero
y en nuestro andar resumimos
el Amor más verdadero;
lo demás: sólo recuerdos.
Amor Mío: ¡cuánto te quiero!-
Eduardo Ritter Bonilla.
Martes 18 de Agosto del 2009, 4:39 a.m.