Como un volcán dormido de verdades.
Tengo un tintero lleno de sed, desbordado de tinta,
Vertiginosos y enlazados, caen sobre la hierba:
Que se abanican en tu presencia las intimidades.
Tú duermes, bella al natural y tus rizos, engreídos,
Cosquillean mi almohada que gozo y gozas,
El cielo baja, los árboles ascienden, el espacio.
Sólo es luz y silencio, sólo trapecio.
Pero tus lágrimas de amor son perlas,
que a tu riqueza todo el mar rescata.
No te acongojes más por lo que has hecho;
fango y espina tienen fuente, rosa y desecho.
A la luna y al sol vela el eclipse;
vive el gusano en el capullo suave,
Me hace falta tu amor y tú ternura.
Me he comportado como un poeta principiante,
He cansado y maltratado el mármol,
Sin conseguir ningún premio más tu moral,
Soy, desde joven, tu admirador.
De tus pechos escultor sin recompensa por amor.
Cargo la arena a la espalda del reloj de horas.
La he sentado, como una reina, en mi trono,
La he acompañado al mar los domingos,
La he bañado todas las tardes en mis olas.
¿Si Dios desde Sus alturas perdona?
¿Qué he de hacer para manifestar al amor mi lealtad?
Y hasta ahora, amiga Laura, no me han soltado, verdad?
Déjame confesar que somos dos,
aunque es indivisible el amor nuestro,
así las manchas que conmigo quedan.
He de llevar yo solo sin tu ayuda.
No hay más que un sentimiento en nuestro amor,
Ya no me quedan más aficiones,
Que reunir que esparciste por las esquinas.
Ya no me quedan más preocupaciones,
Encendieron en el corazón de los espejos.
Ya no tengo respuesta satisfactoria.
Copyright © 2010 - Ramiro Álvarez Cedeño.