En este atardecer
de avanzada primavera,
cuando las flores de mi jardín
renacen con mayor fulgor
en los cármenes de Granada.
Regadas por aguas cristalinas
de sus fuentes.
Tu, amada mía
vienes a mi recuerdo
cuan paloma de azabache.
En este atardecer cálido y perfumado
por flores de magnolias y azahares,
en este ocaso arrebolado
me vienes a la imaginación,
tu linda y alegre imagen,
imaginando en la distancia
este mar tormentoso
y alborotado que nos separa.
Rayos de luz diamantina
difuninados que hacen brillar
tu negro cabello
Rayos de luz que tenuamente
se apagan y pierden
bajo brumas de blancas espumas
de olas presentidas.
Tu, mirando silenciosa,
sentada en el borde de una roca,
éste mar inmenso,
perdido y alborotado bajo la nostálgia
que te embarga.
Playas virgenes de un ayer,
siempre recordadas.
Ya, solo el sonido
de caracolas impertérritas,
muertas a modo de fósiles
que viene y van
merded a las olas.
Y en mi imaginación triste y frustada,
apesadumbrado por los avatres de la vida,
y en mi declinar
nace como la hiedra ésta flor en mi jardín.
Flor de La Pasión que para ti guardo.
Pétalos a modo de corona
que envuelven y protegen
delicados sépalos que asemejan
las mil huellas de tus labios
embellecidos por el color morado.
Y en el centro de su cúspide
emergen y afloran
los estambres y pistílos,
asemejando los clavos
y la cruz de nuestro sufrir.
Jose I Roca H
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