Cuando te encuentre mañana en mi camino,
te agarraré la mano suavemente,
te diré que tu eres mi destino,
y que ocupas solo tu toda mi mente.
Entonces tu dirás que no me crees,
anonadado quedaré, casi muerto,
y esperaré hasta que me beses,
y conviertas en gloria este desierto.
Te entregaré una poesía, de las mas bellas,
la leerás y se llenaran de llanto tus ojos,
esos ojos que son solo un par de estrellas,
y mis labios rozarán tus labios rojos.
Pedirás que te entregue mi amor profundo,
que sea el amor mas bonito,
y seremos los únicos en el mundo,
y será nuestro amor más que el infinito.
Y pasaron los días
muchos y muchos días
y esa niña no aparecía.
De pronto una mañana fría,
la vi a lo lejos y ya me emocionaba,
preparé un regalito y una poesía,
no era exactamente lo que me imaginaba.
Le agarré de la mano bruscamente,
no pude decirte nada,
se me olvido todo, simplemente,
y por supuesto se quedó callada.
Y en la hoja donde la poesía termina,
fue lo único que la dejo anonadada,
era una maldita receta de cocina,
y como perdiste tu tiempo, te fuiste enfadada.
Solo castillos en el aire fue mi ilusión.
No hubo poesía, ni sueños, ni nada,
ni lágrimas, ni risas, ni latidos del corazón,
y no hubo besos, solo una terrible cachetada.