Ha sido ya muy larga mi vida,
colmada de experiencias varias;
y sin hacer diferencia,
con algunas he reido,
y con muchas, profundamente llorado.
Mas nunca se aparto de mi, un altivo caminar.
Y si alguna vez cai,
para mis adentros
por un momento tal vez sollozaba;
mas de inmediato
las bridas de mi corcel retomaba,
y recomponiendome,
proseguia con renovado brio.
El mundo era para mi,
y en ello no me averguenzo,
de mi feudo, tan solo el patio trasero;
y nunca en mi mente concebi,
abandonar cualquier lucha
por osada que ella pareciera,
pues significaria un signo de total desafuero.
Y asi, impasible e insensible,
surque dia tras dia diversos y variados reinos,
galopando siempre libre con el viento;
pues en el nombre de San Jorge
y mi amada Flor de Liz,
mi vuelo jamas nunca
nadie habria de doblegar.
Sin embargo un dia
desde lo alto pude observar,
la faz de la mas hermoza de todas las princesas,
que ajena al mundo,
extraña ensoñacion le rodeaba,
resplandeciendo
en su inmutable hermosura,
bañada bajo la enigmatica luz
de la luna llena.
Y os lo juro por Dios,
que en ella tambien yo vi,
como timidamente un arcoiris,
de su aura emanaba.
Irremisiblemente
ante su fulgor cai postrado,
y mucho mas grande
crecio en mi un dolor,
pues esta dulce princesa
jamas en mi ha reparado.
Hoy que intento retomar mi vuelo no puedo,
y si ayer fui altanero principe,
por un beso de sus labios
heme convertido en vil mendigo,
y su mas fiel vasallo.
Esperando ansioso que un dia,
asome al balcon de su ventana,
siempre fria y distante
como esta hermosa luna.