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Categoría: Patrióticos

LA CAMPAÑA AL DESIERTO

Después de los golpes y el terremoto, 

los huesos rotos en sacudida, 

fue el desgarro de tendones en la frontera 

de la Pampa nuestra. La Pampa arrasada, y 

el sur desolado donde la espina salvaje del civilizado 

chorreó la gota roja de los ríos arteros, 

donde el Rankul se bañaba. 


El viento olvidó el soplo ante la capucha y 

el antifaz de la blanca rosa goteó su secreto de lágrima. 

Antes de la soberbia llegó el ojo mísero, 

se partió el cuello al cisne envilecido 

en la cobriza mano guerrera del Patagón. 

Subió del océano el tesoro de la codicia pirata. 

Del reino idólatra poderoso se abrió la hoz y la guadaña. 

De tanto exprimir el suero, el llanto asfixiado 

consumió su pólvora en el lago del desahogo. 


Se fracturó la cultura Tehuelche, 

el ojo ávido del Guaraní se secó. 

La tierra se cegó de pluma y de hierba 

El Ona se hundió en el abismo de la ciénaga 

con su inmenso pié descalzo. 

Del sembrado del Quechua quedó solo rastrojo. 

la mazamorra se hizo con agua turbia y 

el chipá sabia a sal de mar muerto. 

El caballo del Wichi fue codicia del pillaje, 

el azotado desierto inundado de silencio. 

De la escalera norteña del Toba quedó solo un peldaño. 

Entre la cordillera y el mar, 

el cóndor andino se congeló de humedad. 


¡ No se pudo hacer nada ¡ 

Cuándo la flecha del destino -vestido de blanco- 

armó su arpón de punta, clavando la sangre del lenguaje, 

el idioma se anegó en el barro teñido de rojos glóbulos.. 

La ancha vena del corazón sacudió en temblor, 

la sesera explotó repartiendo desparramadas neuronas. 


En el desierto llameante de Roca y su campaña 

se quemó la raíz del árbol nonato 

por la imperial orden del ferrocarril. 

la salvaje hermosura indígena se quedó sin ojotas, y 

del camino ritual del indio caminando sobre las brasas 

sólo quedó la ceniza del ascua apagada. 

Cuando vi la hojarasca

no como osamenta inútil del árbol despojado. 

Si no como fuego de una pira, 

una hoguera que encendió el cubículo de mis ojos. 

la ancha vena de la ira se estremeció... 

Entre las cruces del hombre elegí la de la memoria, 

para que el trueno y el agua no la borren del planeta. 

Puse al fuego a la soberbia 

- no al soberbio- 

Arrojó pestilentes pesares ocultos 

bajo la piedra de los dolores humanos 

y la tierra de los osarios 

donde se revuelcan los gemidos no escuchados 

del hombre dormido y en vela, 

bajo la gleba de la tierra, desde el tiempo de antaño. 

de la época del fuego con la piedra, 

donde anduvo el venado tierno 

con los ojos dorados del trigo, 

y la sombra del prado como testigo de la historia. 

En el estambre verde, entre la hoja de la avena


Todos los derechos reservados en Safe Creative

_________________

Datos del Poema
  • Código: 368021
  • Fecha: 17 de Septiembre de 2014
  • Categoría: Patrióticos
  • Media: 0
  • Votos: 0
  • Envios: 0
  • Lecturas: 376
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: RICARDO ALVAREZ
País: ArgentinaSexo: Masculino
Fecha de alta: 06 de Diciembre de 2010
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