Mi sangre abrasaba

Irrumpió en mi vida un día de primavera.
El campo estaba resplandeciente de flores.
Se acercó a mí, y mirándome serenamente
me obsequio con un ramillete de jazmines.
Intuyó que aquel era mi perfume favorito.
Al clavar su tierna mirada en mí,
una corriente entró por mi cuerpo.
Mi sangre corría por mis arterías
como un volcán en erupción.
Eso me hizo despertar de la rutina
en que me encontraba sumergida.
Me imploró que le siguiera,
por un instante pensé hacerlo;
allí­ se quedó esperando mi decisión.
La lluvia caía torrencialmente,
él continuaba inmóvil.
Quise correr para echarme a sus brazos,
y una fuerza invisible se apoderó de mí.
Vi como se alejó del lugar,
no pude reprimir mis lágrimas;
tuve que sacrificar aquella
felicidad que me ofrecia.
Conservé para siempre ese amor
en algún rincón de mi corazón.
Yo no era libre
y mi huida hubiera causado un gran dolor
a quien no lo merecia.
Él siguió viviendo en mi alma.
jamás pude olvidarlo.
Aún hoy recuerdo sus palabras.