Papá.

Te conozco desde que era niña me atraía tu rostro de expresiones diversas. Te buscaba mis ojos cuando estaba triste soñaba contigo al estar despierta. Cierta fantasía contigo traías, me hacías reír, feliz tú me hacías. Más hoy te veo viejo sentado en esa silla, tu rostro ya refleja cierta melancolía. Qué hiciste de tu vida que ha sido de la mía, dónde está la alegría y aquella algarabía que inundaba tu alma qué cimbraban la mía. Se ha llenado de polvo aquella veredita se han caído las hojas del árbol que un día cobijaba con su sombra tus alegrías; las mías. Y en tu reloj las horas son largas y aburridas ¡y el péndulo del mío se quedó quieto un día! ¡Pero vamos hombre! ¡levántate, camina, la vida aún prosigue! Vuelve a hacerme reír como cuando era niña.